martes, 4 de diciembre de 2007

zócalo on ice



Todavía no se abría al público, pero el público no podía dejar de verla. Todavía no se encendían las luces que traen a cuestas la esencia navideña, pero el público no dejaba de verla. Ni siquiera habían puesto la alfombra roja por donde caminó Ebrard con todo y pareja para inaugurar el evento, pero el público no dejaba de verla. No habían salido los patinadores-mira cómo puedes llegar a patinar si practicas mucho-, ni los juegos artificiales, ni nada de eso. Los ángeles de hielo que custodiaban una de las entradas ya se estaban derritiendo. Y el público no podía dejar de verla. Yo me cansé de estar ahí, viéndola, blanca, fría, calculada, cuando me di cuenta de que llevaba 2 horas esperando, cuando un señor impaciente y grosero me empujó porque creyó que quería quitarlo de su lugar privilegiado para seguir viéndola. Mejor me di la vuelta, le dejé su lugar de visión lejana, panorámica... y sólo me quedé con esta imagen.

domingo, 2 de diciembre de 2007

herida de guerra

sobreviví... no sé si gané la guerra, ni siquiera creo que ésta haya terminado. Tal vez se trató sólo de la primera batalla que me dejó una herida... Una herida pequeña, discreta, casi imperceptible, a pesar de estar en el rostro. Habría que observar mucho y detenidamente para verla. Una herida de la que me enorgullezco. Sé que no dejará cicatriz, se volverá invisible, al menos en lo superficial. Pero estoy segura de que marcó más allá de lo que los ojos pueden ver. Un pinchazo en el corazón, esas son las palabras con las que la puedo describir. Creo que hasta allá llegó -o hasta acá si hablo conmigo y para mis adentros. Pero eso sólo lo sabré con el tiempo. Por lo pronto, una imagen donde la herida no se ve, aunque ahí está, sólo el contrincante que me tomó por sorpresa la podrá encontrar... una herida que me hace sonreir.