domingo, 24 de febrero de 2008

52

Creía yo que me creía mucho con mis dos ruedas. Siempre no. Ya no me creo, ya me voy a poner el casco, le devolveré el respeto a los camiones y los ejes viales, y sobre todo, a las pequeñas coladeras (e insisto en el pequeñas) que a la menor distracción pufff!! nos mandan a volar y azotar en el pavimento.
Me caí muy cerca de mi casa, cerquititas, en un camino que he recorrido ya varias veces. Moraleja: donde menos lo imagines, ahí te puedes caer!!
Ahora tengo dolor de codo (fiuuuu, menos mal que el raspón no fue en la cara, por si algún día me convierto en artista).


Lo bueno de esto es que ya sé qué soy: un 52. O al menos así dijo el policía que corrió hacia mí no cuando me vio caer (ajum, barrer el pavimento con todo mi ser), sino cuando escuchó el golpazo ('tenemos un 52 pero ya está bien, cambio').
Este 52 se recupera del raspón y cada mañana ríe al descubrir un nuevo moretón.
A final de cuentas, está divertido ser un 52.

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